El mundo para quien lo trasforme: "Los hombrecillos"
(1966)
1966
Detalle de un collage
27 x 27,5 cms
1966
Rotulador y guache, detalle de un cuadro
41 x 24,5 cms
1966
Acrílico sobre cartulina
63,8 x 48 cms
1966
Técnica mixta sobre lienzo
41 x 33 cms
1966
Serigrafía sobre cartulina
31 x 24,5 cms
1966
Detealle de una serigrafía sobre cartulina
65 x 50 cms
1966
Detealle de una serigrafía sobre cartulina
65 x 50 cms
1966
Serigrafía sobre papel
61 x 61 cms
1966
Detalle de una serigrafía sobre glass-frack
61 x 61 cms
El mundo para quien lo trasforme: "Los hombrecillos"

Hombre. Hombre con hombre. Hombre, hombro con hombro ron hombre. ¡Tú, hombre! Aquí tienes tienes los hombrecitos.


Al haber comprobado y vivido las tragedias de otros pueblos, su tema querido de los hombrecitos, como les llama cariñosamente, va cobrando fuerza extraordinaria y perdura años y años hasta la fecha. Pero ahora éstos ya no son aquellos del 63 de España y 64 del Brasil que flotaban indecisos, víctimas propicias de poderosos gargantúas. Tampoco están aislados, dentro de bloques de hielo o de tortura. Ya saben a donde van y se alinean unos junto a otros, codo con codo, hombro con hombro, propagándose, multiplicándose en forma arrolladora, incontenible.


Ha de advertirse que este tema en Calvo no encierra ningún pathos. Los rostros de los hombrecitos no son patéticos ni violentos, pues ni siquiera tienen rostro. No amenazan ni imploran; se limitan a estar. A estar juntos y multiplicarse. Codo con codo, fila tras fila, de forma incontenible. Y no sólo inundan las telas, relieves, tintas y serigrafías de Calvo sino que viajan en transparentes de coches, se imprimen en telas y trajes, en objetos y utensilios caseros. También están en las puertas y ventanas de su estudio y de su casa. No decimos en la sopa, pues esto sería antropofagia, o, peor aún, saturnismo, puesto que los hombrecitos son hijos suyos.

Por el contrario, el amor de Calvo por ellos le ha llevado a crear el mito biológico de que los chicos se comen a los grandes. Mito que puede dejar de serio en el caso de algunos peces—como el diodon—que puede perforar las entrañas de un tiburón

El tema social y humanitario de los hombrecitos lleva como contrapunto el geométrico que, iniciado el 57, ha perdurado hasta hoy, el cual no sólo contribuye a desplazar toda posible sensiblería anecdótica, sino que le permite infinitas variantes plásticas. Los hombrecitos se hienden, rompen filas, se ahuecan hasta ser pura huella, se doran y multicoloran, se transparentan, cobran bulto y, en las platinas de la serigrafía, se esfuman adquiriendo apariencias angélicas y fantasmales de puro esquema.

¿Cómo definir los hombrecitos? Arriesgaremos una definición aproximada, por eliminatorias. Son algo menos grandielocuentes que «La humanidad»; menos biológico que «la especie humana»; algo más concreto que »el pueblo»; algo más perfilado que «la masa». No tienen que ver nada con «el hombre en sí» (serian el hombre «en nosotros»). Por esencia, son múltiples y uniformemente geométricos. Es decir, ni «distinguidos», ni «notables», ni «singulares». Todo lo contrario del Gran Hombre, el Superman, los héroes de las películas y del deporte.


Representan a los hombres corrientes y vulgares que se someten a las leyes del creced y multiplicaos y ganar el pan con el sudor de su frente, reproduciéndose en ringleras como las ésporas. Son los que se hunden en las bocas de las minas y a veces no salen; los que trepan a los andamios y en ocasiones bajan por los aires. Los que murieron en oleadas durante la Primera y Segunda Matanza Mundial. Los que tomaron la Bastilla y el Palacio de Invierno, cuyos nombres no figuran en la Historia. Los que después del trabajo son sometidos a los bombardeos de la Tele y los lavados de cerebro con detergentes deportivos. Los que juegan a las quinielas, pero no les toca nunca una grande. (De tocarles, dejarían de ser hombrecitos; serían Don Fulano). Son los que hacen todo y mueven todo anónimamente.


En este tema de los pequeños, los desposeídos, Calvo ha volcado todas las riquezas elaboradas, libadas durante años de investigación plástica. Pues su humanismo geométrico es el polo opuesto de la mística mondriánica. MANUEL DE LA ESCALERA Texto para la exposición en la Galería Tassili. Oviedo, noviembre 1971

MANUEL DE LA ESCALERA