"Serie Brasileña"
(1965)
1964
Oleo sobre liezo
101 x 74 cms
1964
Oleo sobre lienzo
139 x 96 cms
1964
Oleo sobre lienzo
42 x 30 cms
1964
Oleo sobre lienzo
145 x 100 cms
Museu de arte de São Paulo
1964
Oleo y tinta china sobre papel
124 x 93 cms
1964
Oleo y tinta china
65,5 x 50 cms
1964
Oleo y tinta china sobre papel
65,5 x 50 cms
1964
Oleo sobre papel
65,5 x 50 cms
1964
Oleo sobre papel
65,5 x 50 cms
1964
Oleo sobre papel
65,5 x 50 cms
1964
Oleo sobre papel
65,5 x 50 cms
1964
Tinta china sobre papel
65 x 50 cms
1964
Tinta china sobre papel
65 x 50 cms
1964
Oleo y tinta china sobre papel
65 x 50 cms
1964
Tinta china y óleo sobre papel
65 x 50 cms
Serie Brasileña

En 1964, Manolo Calvo estaba en Río de Janeiro cuando los brasileños, pueblo alegre, generoso, trabajador, liberal, quedó bajo una de las muchas dictaduras de nuestro tiempo. Entonces surgieron las series «Torturas»; «Agudas podridas»; «Robots»... Lienzos hediondos, más que pintados, fustigados con el pincel; de factura tan truculenta que sólo puede ser apreciada por quienes como buenos gourmends, saben de las exquisiteces del faisán fricassé y de los quesos agusanados. También —interesante como antecedente de los hombrecitos— el ciclo de los «Antropófagos» (Brasil, 1965), los hombres grandes y poderosos que se tragan a los pequeños e indecisos. Pero, sobre todo, tuvo entonces ocasión Calvo de presenciar la sorpresa y desconcierto de todo un pueblo ante el golpe militar y la impresión que le causó quedó plasmada en un cuadro de título goyesco: «No saben por dónde ir». En él vemos a lbs primeros hombrecitos (a los hominídeos de los hombrecitos) fluctuando, flotando, rígidos y desplomados, como fluctúan los cazadores de las pinturas rupestres y como flotan los astronautas en sus cápsulas.


Al hablar de la obra de Manolo Calvo no debe ordenarse ésta en épocas, ciclos o temas que van sucediéndose de unos a otros, pues en ella los temas no se suplantan, sino que coexisten y cooperan a través de los años. Solo suele acontecer, como en una sinfonía, que el tema principal de un tiempo pase a segundo término en otro; en tanto que uno, hasta entonces secundario, se convierte en dominante.

Los jalones de su quehacer pictórico, los hechos decisivos que determinaron su vocación plástica, fueron siempre de orden vital. El más importante se produjo a los 19 ó 20 años, cuando, al hacer el servicio militar en los primeros reactores, descubrió un tiempo y un espacio distintos por completo al tiempo que nuestros relojes y nuestro espacio de andar por casa. Al encontrarse con que estas dos categorías domesticadas, no eran sino convenciones cómodas, valederas no más en radio muy limitado, quiso expresar aquella verdad que había vivido, experimentado. Con este fin, durante su temporada de París, estudió la expresión del movimiento en los futuristas, pero llegó a la conclusión de que no iban mucho más allá de las nikes helénicas y que sus técnicas quedaban muy cortas ante las experiencias vitales del hombre moderno. Entonces descubrió a Mondrian, ya consagrado, del que pronto se libró, pasando al dinamismo estático de lo geométrico. Más tarde, en 1967, esta búsqueda le llevaría a la creación de «El Artilugio», aparato dinámico y luminoso. Porque Calvo, como muchos artistas y escritores, como casi todos los hombres, tiene sus torbellinos dionisíacos y sus rachas de calma anticlicónica.

M. de La Escalera
Texto para la exposición en la Galería Tassili de Oviedo en 1971