Parece banal aducir que en este tipo de pintura, en la de Calvo concretamente, está absolutamente descartada toda intención de «trornpe-lóeil». Por tanto, el ámbito o los ámbitos espaciales a los que se hace referencia no puede ser otro que el del plano físico. Si en los tiempos de una espacialidad aérea el problema básico de la pintura pudo ser el de transcenderlo hasta la impenetrable frontera de Velázquez, en el momento actual de la pintura concreta el problema fundamental es el de mante- nerlo en su virginidad. Con toda evidencia la pureza extremada es lo verdaderamente difícil: la pureza extremada del plano absolutamente trascendido o del plano absolutamente respetado. Por eso la pintura de Calvo elude drásticamente una dicotomía del fondo con cualquier elemento a él superpuesto. Ello implica la elusión de la forma cerrada, agente inmediato de una dualidad; la apertura de toda posible neutralización de interdependencia espacial; el establecimiento de conti- nuidades mediante la mutua acción limitativa de las partes...
Hemos ido desde lo general a lo particular y, una vez instalados en el problema personal, comenza- mos nuevamente a avizorar lo genérico. El problema de la pintura de Manuel Calvo es personal en la medida que puede ser aislado su planteamiento. Pero pertenece mucho más al mundo de hoy que a él mismo. Es el problema del establecimiento de un acuerdo en la nueva proporción que ya no conduce a formas ideales —a la belleza o al arquetipo—, que ya ha perdido su vinculación platónica, que se refiere, concretamente, a un problema de concreta extensión.
J. M. MORENO GALVAN
Texto para la exposición en la Sala Darro. Madrid. abril 1961.